Un país progresa al mismo ritmo que lo hace su educación. Expresión por lo demás cierta en todos sus sentidos. El deterioro de la calidad de vida del venezolano y particularmente del educador se refleja no sólo en su vestimenta. Su tragedia, que debería ser nuestra (de la sociedad) pareciera mostrarse en todos los ámbitos pero que golpea con mucha dureza, sin piedad, sin descanso y de modo inimaginable al profesional de la docencia.
La incertidumbre que genera la mala calidad de vida del educador será tema de estudio para historiadores en los años por venir. Por ahora sólo queda mantener intacta la dignidad de quien ejerce la docencia. La sociedad venezolana le ha dado la espalda al educador, al formador de voluntades. Pasamos a ser ciudadanos de segunda, el desprecio, la burla, el rechazo se volvieron el lugar común para referirse al maestro.
No hay empatía hacia su tragedia, poco le importa a la gente los suicidios, la indigencia, las renuncias masivas, el abandono de cargos, la fuga de ese valioso recurso humano. Sólo se observa en el horizonte oscuridad y tormenta para quien ejerce la praxis docente. No hay esperanza , ni salidas, ni puntos de encuentro. Sólo esa sensación única e indescriptible de ver como nuestras vidas se apagan lentamente.
En los días que están por venir muchos tendrán que tomar decisiones trascendentales en el ámbito educativo. El Representante, el Directivo, El Supervisor, el Jefe Zonal por citar sólo algunos tendrán que asumir el compromiso histórico de salvaguardar ese valioso recurso humano y social llamado MAESTRO. En sus manos está literalmente la vida de miles de personas, sólo espero que cada uno de ellos esté a la altura del compromiso. Que Dios los bendiga, les de sabiduría y entendimiento.
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