En un mundo tan caótico como el nuestro, es bastante común y hasta comprensible caer en la desesperanza, como no hacerlo, si nuestra realidad está significativamente rodeada de dolor y de tragedia. Sin embargo, hay una fuerza interior que nos impulsa a ver esa misma realidad desde otra perspectiva, la esperanza de un mañana mejor no es para ingenuos y tontos, no señor, es para quienes tienen a Dios presente en su corazón, y es así, no es una utopía, es por mucho, una afirmación. La desesperanza ha ganado espacio en el corazón del venezolano sobre todo en los últimos años, un crecimiento silente y peligroso que nos roba sin darnos cuenta un pedacito de futuro. Hoy más que nunca debemos secar nuestras lagrimas, levantar el rostro y de la manera más digna posible asumir cada reto, cada desafío que la vida nos presente con entereza, con gallardía. Ya vendrán nuevos tiempos, un nuevo amanecer que refleje en nuestros ojos la luz de la esperanza. Les recomiendo ampliamente esc
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