Nunca el venezolano había sentido tanta incertidumbre como la vivida en los últimos años, nunca antes en nuestra historia se había percibido tanto agobio, angustia y desesperación como en los últmos meses, jamás en nuestro país el silencio había sido tan ensordecedor y a la par, protagonista en el preámbulo de un nuevo amanecer. Estamos en un punto de quiebre, al borde de la miseria, de la pobreza, del abandono, de la desesperanza, aun así, en el horizonte lejano, se percibe majestuoso e imponente los aires de la libertad. Personas taciturnas, silentes y dubitativas deambulan por nuestras calles, y no es cuestión de dramatismos baratos y absurdos, creo que la realidad del país habla por si sola. El mundo enfrenta situaciones dificiles en todos los sentidos, sin embargo, la sociedad venezolana ni siquiera ha podido sanar viejas heridas infligidas de nuestro pasado reciente, aún así, debe lidiar con el dolor hoy, con las visicitudes de un pueblo que sufre en silencio y se aferra
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