Todo trabajo es digno, así nos lo enseñaron desde muy pequeños nuestros padres, el que trabaja en la vigilancia, que con su esfuerzo cuida y protege familias, bienes o recursos, la mujer que, anteponiendo su propia salud, plancha y lava para llevar un plato de comida a casa, el que vende sus frutas en la esquina que, sin importar cuanto sol o lluvia reciba, asume gallardamente su compromiso laboral; pero también el bombero salvando vidas, el ingeniero
diseñando puentes, el arquitecto construyendo sueños, todos desde su esfuerzo,
en su entorno, hacen su trabajo con mucha dignidad.
Ahora
bien, ¿y el docente? dónde está la dignidad de quien tiene la enorme
responsabilidad de formar a toda una sociedad, cómo visualiza hoy día el
docente venezolano su dignidad.
Desde
lo personal, siento que estamos en punto de quiebre, no es un detalle
menor que el profesional encargado de formar no sólo desde lo académico,
lo social o lo cultural a las futuras generaciones de la sociedad
venezolana esté en una situación de extrema angustia, de un agobio contante,
de una lucha muy desigual, está y se siente sólo para enfrentar injusticias
desde lo contractual, pero también desde lo social e incluso desde lo humano.
La acepción
de “dignidad” es muy clara, se refiere al reconocimiento de que, cada persona,
cada ser humano, merece lo mejor. Esto no sucede con el docente. Su dignidad ha
sido por mucho vilipendiada, abusada, ultrajada y lo peor, esto se ha llevado a
cabo en el silencio más ensordecedor que se tenga registro en la historia del
magisterio venezolano.
Vamos a
clases con el estómago vacío, y muchos desde adentro, desde ese mismo espacio
sagrado del ejercicio docente, nos exigen que lo sigamos haciendo, por aquello
del “interés superior del niño”. Que llegamos a las escuelas, colegios y liceos
a pie, y la respuesta una vez más, desde adentro, desde aquel que también sufre
y padece, es que no importa, que lo veamos como algo “muy divertido”. Que
nuestra vestimenta o nuestro calzado están muy deteriorados, y como en los
casos anteriores sólo se escucha un “todos tenemos problemas”.
Lo que suceda
en los próximos días con el magisterio venezolano es un secreto a voces, todos
sabemos lo que sucederá, sólo es cuestión de tiempo. Hay un límite para el amor
apreciado docente, se llama Dignidad.
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