LA VOCACIÓN DOCENTE
Cuantas veces el maestro ha regresado a su hogar con una sensación única e indescriptible de satisfacción y gozo, no sólo como profesional sino, mejor aún, desde lo humano, por el logro de una meta pedagógica, que en nuestra cotidianidad, lo crean o no, se vuelve un verdadero "Himalaya" al que, como docentes, debemos subir sin importar lo difícil e incluso, sin hacer cuestionamientos.
La historia que presenta el audiovisual describe de manera perfecta el ejercicio de la docencia, más allá de otros mensajes que bien pudieran prestarse para la reflexión como la tolerancia y nuestro lugar en el mundo. El docente cuenta por un lado, con la actitud con "c" que no es otra cosa que la disposición, buena o mala que tenemos ante las situaciones de la vida escolar, muy diversa por cierto. En ese sentido, la vocación se convierte en una herramienta muy poderosa, casi mágica, si me lo permiten, que nos pone en un contexto ideal para afrontar los desafíos y retos propios de la praxis escolar.
Por otro lado, el docente también cuenta con la aptitud con "p", que no es otra cosa que la capacidad para realizar tal o cual actividad. En el caso que nos ocupa, actividades pedagógicas. Una vez más la vocación se muestra, ante los ojos del docente, como una fuerza avasallante para superar obstáculos y alcanzar metas académicas. Cuando no se tiene la vocación (actitud) para ejercer la docencia difícil será poder transcender en su pedagogía. Además, si a falta de vocación el docente no cuenta con una buena preparación académica (aptitud) entonces está claro que cualquier acción a realizar en el aula no tendrá trascendencia ni en el tiempo ni el espacio. Eso es una ley de vida aplicable a cualquier otra profesión, pero que, en la docencia se muestra como un abismo imposible de ocultar.
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