Reconocemos nuestra necesidad por ti hoy. El mundo entero requiere hoy más que nunca de la sanación y de la gracia tuya Señor. Necesitamos la esperanza restaurada, la fe perdida. Venimos a ti y te traemos aquellas ciudades en el mundo que más están sufriendo. Tu vez donde nadie más puede ver y entiendes donde otros sólo ven confusión. Tu conoces el dolor que hoy día el mundo padece. Pedimos tu sanación y gracia para cubrir cada lugar roto y cada herida abierta. Pedimos la sanación del mundo, por la protección de América y Europa, de Asia y Oceanía, de África y del mundo entero. Pedimos por cada angustia, por cada agobio, por cada tristeza. Nos acercamos a ti y sabemos que estas restaurando y redimiendo cada país, cada ciudad, cada pueblo. Nos redimes también en la dificultad y en la adversidad, en la soledad y en la tristeza, en la angustia y en la desesperación para honor y gloria tuya. En tus manos Dios ponemos el dolor y el sufrimiento que hoy día el mundo entero padece. AMEN.
La vida no puede ser un simple existir, un estar allí sin más, sin trascendencia. Me niego a creer que el mundo de hoy se mueva a través de fuerzas tenues y vacilantes. Un mundo que tanto da y ofrece debe ser impulsado por una sinergia transformante. Esa energía única que avasalla, que moldea y al mismo tiempo enamora. ¿Dónde está? ¿Quién la tiene? Generación tras generación y desde que el mundo es mundo, siempre se oye decir que tal energía sólo es posible encontrarla en el corazón de una persona joven. Pero… ¿Acaso el mundo espera que sean los jóvenes los que, llevados sólo por su ímpetu, aporten la mayor fuerza en esa transformación de vida? ¿Por qué ellos? Por qué no los niños con su inocencia, o mejor aún los ancianos con su sabiduría, y si no, allí estamos nosotros los adultos que se supone preparados para tal exigencia. No faltará quien asegure que el mundo no necesita nada de los más jóvenes, de aquellos que, concluida una primera etapa en sus vidas, se abren paso a ese mun
El mundo necesita, urge detenerse un momento.....
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