Como profesional de la docencia la vida nos presenta a cada instante la oportunidad para hacer posible nuestros más grandes anhelos, muchos de los cuales han sido sembrados en nuestros corazones como semillas especiales, que sólo podrán germinan con el agua pura y cristalina de nuestra fe y sobre la rica tierra abonada con los más sólidos valores.
Terminado un año escolar la sensación del docente es inequívoca: vienen tiempos de cambio, lo sabemos, pronto llegarán a nuestras vidas otras personas que llenarán los espacios de sonrisas, de alegrías, y momentos inolvidables. Más, sin embargo, concluido este ciclo escolar nos corresponde a quienes ejercemos la praxis docente el tomarnos un instante para recordar todo aquello que nos permitió ser lo que somos. En cada una de nuestras escuelas quedará grabado para siempre recuerdos imborrables de la niñez venezolana. Todo a nuestro alrededor tiene el aroma inconfundible de travesuras...el sonido inigualable del niño que juega, que ríe y que llora; pero si cerramos nuestros ojos, al menos por un instante, pudieramos ver pequeñas historias que marcaron nuestras vidas, momentos que pintaron nuestros rostros de ilusiones y les dieron un brillo inconfundible a nuestros ojos, como reflejo inequívoco de aquella alma pequeña haciéndose grande.
En nuestras escuelas hemos enseñado a cada niño a ser grandes en medio de la adversidad y a ser pequeños espejos en momentos de unidad. A tener convicción ante aquello que los cuestiona y los intimida, a tener altivez ante la derrota y a ser generosos en las victorias. Se les ha enseñado que la familia es lo primero, que a un amigo jamás se le da la espalda y que un “Dios le pague” llega más rápido al corazón del hombre que mil “gracias” llevadas por el viento.
Un día como hoy es perfecto para decirles a todos aquellos niños y jóvenes que pasaron por nuestras aulas, que no deben tener miedo de asumir retos, que poco importa las caídas, pues en la escuela se les ha enseñado a levantarse, a no permitir que la duda los paralice o que la incertidumbre les agobie pues su espíritu es joven, pero combativo, inexperto, pero indomable.
Hoy día nuestra sociedad sufre y pone toda su esperanza y una fe inquebrantable en cada niño nacido en esta tierra de gracia. Al profesional de la docencia les digo: seamos fuertes, son tiempos de tormenta, pero aún en las circunstancias más adversas nuestra dignidad seguirá intacta, inquebrantable pues en las noches sin luna es cuando brillan mucho más las estrellas.
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